Pese al ligero retraso sufrido por la inestabilidad política existente en la zona, el pozo de Baratiguri, en
Mali, financiado por la Fundación Polaris, ha
llegado a buen puerto a finales de septiembre. Las obras comenzadas el 10 de
junio finalizaron la semana pasada. La necesidad de agua en la aldea era tal,
que los poceros, ayudados por los habitantes de la zona, han estado trabajando
en la obra, incluso durante la temporada de lluvias, cuando, normalmente, la
actividad se suele paralizar. El 23 de julio, la población que tenía que andar 4 kilómetros para
buscar el agua en el pueblo vecino, se topó con el agua en el pozo que estaban
excavando.
Los
trabajos de excavación se han ejecutado sin mayores dificultades, salvo la
necesidad de disponer de agua en abundancia para fraguar el cemento del
anillado. La única solución era, cómo no, andar cuatro kilómetros al pueblo de
al lado para acarrear el agua para la obra. Finalmente, el pozo, con una
profundidad de 45 metros ,
tiene 5 de agua, cantidad suficiente para abastecer a la población local y usar
el excedente para la abundante cabaña ganadera.
En
las imágenes del desarrollo y ejecución de la obra se observa un verdor
inesperado en la región, el cual no se debe al agua del pozo, sino a que las
imágenes, habiendo sido tomadas al final de la época de las lluvias, muestran
árboles y cereales reverdecidos. Se advierten, claramente, espigas de los
campos de mijo, poco antes de ser cosechadas. En claro contraste con las imágenes iniciales, cuando la obra comenzó poco antes del verano.
La
historia del pozo comenzó, a finales de 2011, con la carta enviada por Abdaluye Togo,
firmada con la yema del índice, pedáneo del pueblo en el municipio de Dougotené
II, en la región dogón de Mali. “Estimado
Sr. Director de la Fundación Polaris”, rezaba, con el aire ceremonioso,
heredado de la época colonial francesa, “tengo el honor de solicitar de su inconmensurable
bondad un pozo de gran diámetro (la traducción menos literal de esta curiosa
expresión equivale a un pozo con brocal de cemento armado y anillado en
hormigón durante los primeros metros, con el propósito de que no se desmorone).
El pedáneo aducía, con lógica aplastante las necesidades: “efectivamente, con
una población de cerca de 530 habitantes, mi aldea sólo posee un pozo tradicional
(es decir, excavado directamente en la arena, sin ningún tipo de soporte
armado, con lo que tras un corto período de tiempo se ciega), que sirve no
solamente a las necesidades de agua potable (esto es un decir) de los
habitantes, sino también para abrevar la cabaña de animales: 205 vacas, 600
ovejas y conejos, 7 caballos y 3 camellos”.
El sentido de la estadística de las autoridades
malienses es, siempre, sorprendente. Cuando se trata de contar, no se andan con
rodeos o vaguedades, sea animales o personas, sea la influencia francesa o su
propia cultura, las precisiones son extraordinarias. Ya quisieran muchos
pueblos españoles conocer con tanta exactitud el número de perros y bovinos.
Como sorprendente es que las ovejas se metan en el mismo grupo que los conejos.
O viceversa. Como es habitual en la región, el pozo, como afirma el señor
pedáneo también es usado por los pastores “peulh” (trashumantes).
Un asunto no menor ya que, con frecuencia esta
itinerancia, dada la escasez de agua es fuente (disculpas por el juego de
palabras) frecuente de conflictos. Hace unas semanas, no muy lejos de
Baratiguri, ya en la frontera con Burkina Faso un conflicto de estas
características, en este caso la etnia no era peulh, sino otro grupo de trashumantes,
terminó en una pelea y una decena de muertos. Así que la explicación del señor
Togo no es banal. “En razón de todo lo anterior, a través de un
servidor, la población espera contar con su comprensión y su solidaridad”.
Baratiguri, 3 diciembre 2011.
Con el pozo terminado, éste ha sido el último año en
el cual los 530 habitantes de Baratiguri, camellos, conejos y animales varios
hayan confiado únicamente en la lluvia del cielo para su supervivencia. La
Fundación Polaris World aprobó en su momento una financiación de 10.352 euros
para la excavación del pozo, con una profundidad de unos 60 metros, que al final han sido
algunos menos. En la llanura arenosa, la capa freática se suele alcanzar, sin
problemas, a esa profundidad. Como en ocasiones precedentes, la financiación de
la Fundación Polaris se ha visto acompañada por una aportación importante, por
modesta que sea, en torno a los 1.500 euros, de los propios habitantes de Baratiguri.
Esta contribución se hace generalmente en especies,
materiales y alojamiento de los poceros. Los poceros, muy experimentados,
pertenecen al grupo de excavación de la parroquia católica de Pel, encabezada
por el padre Leon Douyon, a la que está adscrita la aldea de Baratiguri. El
pueblo también se ha comprometido, el sentido comunitario de los habitantes,
como en toda la región, es admirable, a constituir el Comité de Gestión del Agua,
para vigilar que el mantenimiento del pozo, una vez terminadas las obras, se
haga correctamente, tanto del uso del mismo como de los diversos aspectos de
higiene y sanidad.
Desgraciadamente, en los últimos meses el país ha
quedado dividido en dos “de facto”. No muy lejos de Baratiguri comienza la
“frontera” instaurada por los fundamentalistas islámicos que se han apoderado
de la mitad norte del país. Para pagar los honorarios de los poceros, dado que
los bancos están cerrados en la zona, el corresponsal de la Fundación Polaris
en Mali tiene que hacer un viaje de ida y vuelta hasta Bamako (1.600 kilómetros en autobús) para obtener el dinero
enviado desde Murcia. Pero esto es un mal menor.