martes, 26 de febrero de 2013

ESCUELA DE NACOMBO (MALI): CUANDO LA CAMPANA ES UNA LLANTA Y LOS BANCOS PIEDRAS


Como tantas veces en África, las leyendas son mucho más atractivas que la realidad actual. La aldea de Nacombo forma parte del municipio rural de Dourou. Dourou, en la parla local dogón, significa «el rugido ensordecedor del león místico», en alusión a un afamado cazador, fuera de lo común, que mató al animal salvaje de un certero tiro en  pleno corazón. El municipio de Dourou reúne 16.536 habitantes y tiene una superficie de 617 Km., mientras que la aldea de Nacombo tiene unos 1.300 habitantes.

Nacombo, seguimos con la leyenda, en este caso etimológica, o acaso real, ¿quién lo sabe?, significa “atemos a los bueyes”. Cuenta la historia que los primeros habitantes del pueblo eran casi nómadas, a la búsqueda del lugar ideal para asentarse. Intentaron instalarse en varios sitios sin encontrar nunca uno que les resultara realmente propicio. Hasta que dieron con el lugar actual del pueblo y entonces dijeron: «Ahora podemos atar a los bueyes» porque el sitio les convenía. Es decir “Nacombo”.

Ahora la realidad. Nacombo  se encuentra en una zona cuyo relieve es extremadamente accidentado. Resulta prácticamente imposible andar por terrenos planos durante más de un kilómetro. El pueblo está rodeado de acantilados. El clima, de tipo saheliano semidesértico, se caracteriza por 3 estaciones: una estación de lluvia, con una intensidad muy variable de un año para otro, de cerca de 3 meses, una estación fría de 2 meses y una larga estación seca durante los 7 meses restantes del año. El pueblo está sometido a la influencia de 2 vientos: el harmatán durante la estación seca, y el monzón durante la estación de lluvia. La pluviometría media anual es de alrededor de 450-500 mm. La insuficiencia de la pluviometría y su irregular repartición en el espacio y en el tiempo ralentiza la producción agrícola. La degradación del medioambiente y sus efectos son perceptibles: desaparición de los grandes árboles, fracaso repetitivo de campañas agrícolas. La población está formada esencialmente por un 95% de dogones y una minoría de peulhs, pastores trashumantes. Se practica la agricultura, la ganadería, la artesanía y el pequeño comercio.

Más realidades: el número de niños en edad de escolarización es muy alto. Desgraciadamente, el aula, por llamarlo de alguna manera, es un cobertizo, con paredes de piedra y techo de paja de mijo. El aula complementaria, ni siquiera tiene paredes, como se puede ver en este álbum de fotos. Los bancos inexistentes, son simplemente trozos de roca, tallados desigualmente y acarreados, directamente, de la calle. En otra de las aulas, muros bajos de adobe desgastado. La pizarra, de las de antes, se apoya directamente en el suelo. Que en estas condiciones, se use una llanta de vehículo, a modo de campana para anunciar la entrada a clase, resulta una anécdota.

Durante el año pasado, el alcalde de la localidad pidió a la Fundación Polaris World la financiación para la construcción de tres aulas de clase para los más pequeños, de 1º a 3º de primaria, así como tres letrinas para mantener unas mínimas condiciones higiénicas y un despacho para el director que, realmente, sirve de almacén para material: libros, cuadernos, tizas.

Tras estudiar con detenimiento el proyecto, la Fundación Polaris World acordó, el pasado octubre, financiarlo con 38.674 euros, entre otros motivos para que sirviera no sólo para los alumnos de Nacombo, sino también para otras aldeas limítrofes, con el objetivo esencial de mejorar las condiciones en las que se imparte la enseñanza, pues las tres aulas existentes en la actualidad tienen los techos de paja. Para una mejor ejecución de los fondos, la Fundación, y así se hizo, pidió el establecimiento del Comité de Gestión escolar, conformado por autoridades administrativas y padres.

Como se puede ver por las imágenes, el proyecto, que se espera esté finalizado antes de la época de las lluvias, en junio, avanza a buen ritmo. Hace unas semanas, el responsable del proyecto de Nacombo solicitó sacrificar el despacho del director por la construcción de bancos de madera, a fin de que los niños pudieran recibir las clases sentados más cómodamente. El Patronato, en su última reunión de febrero prefirió añadir 3.000 euros más para la construcción de los bancos escolares, sin que sea necesario cancelar la construcción del espacio destinado a despacho-almacén del director.El coste total del proyecto es de 40.000 euros, de los cuales, la Fundación Polaris financiará 38.274 euros.

Mientras se termina la construcción de las tres aulas, la llanta sigue haciéndose sonar a la hora de inicio de las clases. Seguro que dentro de unos cuantos lustros, cuando alguno de los alumnos que reciban la formación en condiciones adecuadas, seguirá recordando el sonido inconfundible de la llanta, golpeada con un trozo de metal por el maestro, para llamarle al aula. Ahora sí, un aula con techos, paredes y bancos dignos de tal nombre.

martes, 19 de febrero de 2013

EL POZO ALDABA DE OKANA (MALI) BENDECIDO CON SIETE METROS DE AGUA


Que Dios Todopoderoso bendiga a los amigos de la Fundación Polaris World”, tiene todas las trazas de ser una bendición musulmana, bien que nos la haya remitido el padre Leon Douyon, el párroco de Pel, en el país dogón de Mali, donde el Pozo Aldaba, esto es bien español, puesto que es el nombre elegido por los benefactores y amigos de Cartagena, quienes lo han financiado en su totalidad. Que la bendición, musulmano cristiana sea, sobre todo, para ellos.

El proyecto que arrancaba el seis de diciembre, llegaba a buen puerto el pasado 6 de febrero. Dos meses exactos, durante los que se ha excavado, estamos en plena llanura arenosa subsahariana, hasta 45 metros. Al encontrar la capa freática relativamente pronto, el pozo, incluso en esta época en la que ya empieza a apretar la sequía, hasta que llueva a principios de verano, dispone de 7 metros de agua: un auténtico lujo. Más aún si se considera que tras el hundimiento del pozo tradicional, hace unos meses, carente de cualquier estructura de anillado en hormigón, los habitantes, principalmente mujeres y niños, tenían que desplazarse una decena de kilómetros hasta las aldeas vecinas, para encontrar el agua.

No es de extrañar, pues, el inenarrable gozo que han mostrado los 2.600 habitantes del pueblo de “La Nueva Luna”, tal es el significado de Okana en la parla nativa, al encontrar agua, tan pronto y en abundancia. Durante los trabajos que han costado 11.947 euros, aportados en su totalidad por los amigos cartageneros, los aldeanos han colaborado, como es tradicional, alojando al equipo de poceros, ofreciéndoles la comida y acarreando arena –aún en pleno desierto la arena hay que traerla de determinados sitios donde posee mayor calidad para la construcción- para que el pozo tenga, como se ve en las imágenes, un brocal de protección. De esta manera, las inmundicias de los animales, a quienes de todos modos se les reserva un pequeño aljibe, en caso de excedentes, no terminen por caer en el mismo pozo, con los problemas sanitarios que eso produce. Ironías del destino, para amasar el cemento se han visto obligados a buscar el agua a unos 8 kilómetros, en una aldea vecina.Aldaba, un bonito nombre desarrollado, de principio a fin, bajo el signo de la generosidad y la colaboración, como muestra la colección de imágenes, a través de las cuales, puedes seguir esta historia.


martes, 12 de febrero de 2013

GOLOMBO: UN CENTRO DE SALUD Y UNA MATERNIDAD PARA 800 NANTOUMÉ


Cuando leemos la prensa deportiva o escuchamos las narraciones de los partidos de fútbol, existe una cierta tendencia a confundir los nombres de algunos futbolistas africanos, especialmente los de Mali, porque los apellidos se repiten, Diarrá, Kanouté y otros que nos parecen idénticos (podrían decir ellos lo mismo, con López y García, disculpas a todos los López y García que lean este texto) con lo que a veces no sabemos bien si hablamos del Diarra de tal equipo o Diarra del de más allá. Más difícil lo tendríamos en Golombo, una pedanía de Dourou, en el corazón de la meseta dogón maliense: todos los habitantes, los 800, llevan el mismo apellido Nantoumé. Que en la lengua nativa significa “el sol ha amanecido”.

El pueblo de Golombo, y sus 800 Nantoumé, se asientan sobre una zona llena de rocas, con una vegetación muy escasa. El termómetro anunciaba 48º, durante la última visita de Abel, el amigo y colaborador de la Fundación, para estudiar con los lugareños el emplazamiento del futuro Centro de Salud Comunitario que, una vez construido, dará servicio a Golombo y ocho aldeas adyacentes. Llegar al pueblo es toda una odisea. No digamos salir de él, sobre todo cuando se está enfermo y, peor aún, en caso de emergencia. El centro más cercano está en Dourou a 19 km; Bandiagara está a 22 km, pero hace falta más de una hora y media para llegar en ambulancia (a través de una pista que si se califica de infernal, no se queda uno corto). Incluso para vehículos 4x4. En caso de emergencia, los habitantes llaman a una ambulancia, pero entre la ida y la vuelta, pueden pasar 5 horas.

Golombo que significa el pueblo está cerca de un brazo del río (el río ahora no existe, o se trata de una metáfora local o existió hace decenios, en cualquier caso, los viejos no se acuerdan del cauce con agua); en dogón, el río se dice GOLO, y OMBO significa paz, unión. Entonces es un pueblo que vive en paz… cerca de un brazo de río (inexistente, como se acaba de decir). Lo de la paz, salvo conflictos menores, sí que es cierto.

Como los demás pueblos del partido judicial de Bandiagara, el municipio de Dourou está localizado en pleno corazón de la meseta dogon, es decir en una zona áspera y rocosa. El suelo arenoso es muy pobre debido a la sobrexplotación y a la fuerte erosión hídrica. La pluviometría media anual durante los 5 últimos años ha sido de 200-350 mm. La vegetación, antes abundante, ha disminuido mucho debido al crecimiento demográfico y la multiplicación de parcelas de cultivos secos. Los ríos son temporales; solamente alimentados por las lluvias, no llegan a satisfacer las necesidades de la población.

La economía del pueblo, de mera supervivencia, se basa principalmente en la agricultura a pesar de la estrechez de la superficie cultivable (alrededor del 37%); se cultivan el mijo, el sorgo, el arroz y el cacahuete. La horticultura está bastante bien desarrollada gracias a varios embalses realizados; la producción cuenta con la cebolla, el tomate, la guindilla, la lechuga… La ganadería ocupa el segundo puesto después de la agricultura: ganadería caprina, ovina, bovina y aves. El pequeño comercio se basa esencialmente en la venta de los productos de l agricultura y de la horticultura. La red de transporte representa un hándicap serio para el desarrollo socioeconómico del municipio, pues la mayoría de las pistas se quedan impracticables durante la temporada de lluvias.

En este contexto económico y social, donde la lucha por la supervivencia es una batalla cotidiana, la mayoría de las veces en condiciones climatológicas extremas, la Fundación Polaris World acepto la petición del municipio, realizada por su alcalde, el señor Bureima Sagara, al que pertenece la aldea de Golombo, para construir un centro de salud comunitario, similar a los ya construidos en la zona: dos edificios separados, uno para maternidad, otro para consultorio, más algunas dependencias para farmacia, administración y almacén.

Con la construcción –las paredes ya han comenzado a elevarse- del Centro de Salud Comunitario de Golombo se mejorarán, notablemente,  las condiciones sanitarias de la población de Golombo y alrededores, reduciendo de forma considerable la mortalidad infantil y maternal, mejorando las condiciones de higiene de las poblaciones, además de aumentar las consultas prenatales y neonatales e incrementar la tasa de declaraciones de nacimientos y defunciones.

La financiación de la Fundación, cifrada en 37.700 euros, los habitantes han aportado 2.300 euros, estaba sujeta a la creación de un comité de gestión y el personal sanitario tendrá un salario de las prestaciones ofrecidas. Se espera que las obras finalicen en un par de meses.

miércoles, 6 de febrero de 2013

HEMOS LLEGADO A LOS 100 PROYECTOS


Las cifras y los récords en los proyectos de cooperación al desarrollo no tienen mucho sentido, salvo para analizar la gestión de los procedimientos empleados en el uso de los recursos disponibles. Ayudar a los más necesitados no es, exactamente, una competición olímpica. Lo importante, obviamente, no viene representado por la cantidad de proyectos ejecutados, sino por saber si se han llevado a cabo correctamente y, más importante, si cabe, para analizar que los proyectos han logrado la eficacia que se pretendía.

No obstante, como se trata de una entrada en el blog de la Fundación Polaris y no de una disertación sobre metodologías de ayuda y cooperación al desarrollo, sí que nos gustaría destacar, a modo de agradecimiento a tantos amigos, simpatizantes y colaboradores esta cifra redonda: la Escuela Infantil de Nacombo en Mali, actualmente en construcción, representa nuestro proyecto número 100.

La Fundación Polaris World fue fundada en 2004, a instancias de la empresa Polaris World Development, a fin de desarrollar tareas de cooperación al desarrollo, con un énfasis especial en África, donde ha llevado a cabo toda su labor desde entonces.

Desde el inicio, la Fundación se marcó unos objetivos claros en cuanto a las tareas que podían y debían abarcar los proyectos en los que cooperara, considerando que, de manera prioritaria, sus actividades se centrarían en zonas rurales. Los principales ámbitos han sido, gestión del agua, principalmente excavación de pozos de supervivencia, maternidades y centros de salud comunitarios, promoción de la igualdad de las mujeres, escuelas infantiles e infraestructuras de formación.

Durante estos años, se han realizado   100 proyectos, en 21 países de África divididos según las siguientes categorías: Gestión agua (39), Escuelas (37), Instalaciones sanitarias (18)  Igualdad de la mujer (6). Cerca de la mitad de las actuaciones se han llevado a cabo en Mali, siendo Ghana, Camerún y Congo los países, entre 8 y 10 proyectos en cada uno de esos países, donde la Fundación ha colaborado durante estos últimos años. El porcentaje tan alto de actuaciones en Mali se explica porque desde hace unos tres años, la Fundación, por eficacia de recursos y medios, decidió centrar sus actividades en este país subsahariano: 41 proyectos hasta el momento y varios más en previsión.
  
 Las donaciones de la Fundación para estos 100 proyectos se han elevado 2.835.270 euros, con una media, pues, de 28.000 euros por proyecto. En cuanto a la inversión total de los proyectos, incluida la financiación de la Fundación Polaris World, se sitúa en torno a los 7 millones de euros.

Por lo que concierne a los beneficiarios, una cifra bastante complicada de precisar, dadas las dificultades estadísticas de los países donde se ha trabajado, así como las variables que influyen en la contabilización –una escuela construida que inicialmente tenía un número determinado de beneficiarios sigue aumentándolos, puesto que la infraestructura se sigue usando  a lo largo del tiempo, por ejemplo- según los cálculos de la propia Fundación, estaría en torno al medio millón de personas.