lunes, 13 de febrero de 2012

JORNADA IV (1 de 2): NO PARES DE PENSAR EN EL MAÑANA

Cautivos y desarmados la pareja de gendarmes, aunque haya sido mediante las malas artes de una modesta propina, podemos movernos a nuestras anchas por todo el territorio maliense sin el inconveniente de hacer llorar a los niños cuando descendemos de los “jeeps” con dos apuestos fusileros impecablemente uniformados cubriéndonos las espaldas. Así, pues, la jornada se augura pacífica desde la perspectiva de la protección armada. Otro tanto por lo que concierne a las rutas y caminos que atraviesan el país dogón. Las tres primeras visitas matinales las tenemos bien cerquita, para comenzar dos aquí, en Bandiagara y la otra a una treintena de kilómetros. Además, el recorrido vespertino se prevé por pista, que aunque de tierra arcillosa y polvorienta no tiene ni comparación con el traqueteo habitual sobre pedruscos y mesetas rocosas de la víspera. Nos las prometemos felices mientras intentamos, una mañana más, con escaso éxito, enseñar algunos vocablos de castellano a la shakesperiana cacatúa del hotel.

Es “vox populi” que las organizaciones religiosas en África son, con diferencia, las ONG’s más eficaces. Por muchas razones, compromiso personal insoslayable, alto nivel de formación de sus miembros, honradez a prueba de cualquier tentación venal. Algunos de los que nosotros conocemos llevan años, hasta cuartos de siglo, empeñando su propia vida, en el sentido más literal del la palabra, en la  batalla de la solidaridad, aún a sabiendas de que, con toda certeza, no verán la victoria en esta generación, ni en unas cuantas venideras. El sentido humanitario de la mayoría de religiosos y religiosas presentes en África supera con creces la motivación espiritual inicial que les ha traído hasta aquí, se llame ésta vocación, destino divino o llamada del Altísimo. Tan criticados, no sin razón, en los países occidentales, son aquí, donde Cristo perdió las sandalias, el mechero o como se diga, los campeones sin par de la lucha contra el analfabetismo, la desigualdad y la pobreza. Ni siquiera está claro, para más inri, que se vayan a ganar el Reino de los Cielos. Si tuvieran un buen director de marketing, no que ello les interese lo más mínimo –que tu mano derecha no sepa lo que da tu izquierda, o al revés-  ninguna multinacional por bondadosa que fuere (esto acaso sea una contradicción “in terminis”) tendría, jamás, el cartel que estos héroes, en el más pleno sentido de la palabra, se merecen.

Este excursus podríamos aplicarlo a nuestros amigos, los salesianos de Bamako, que siempre nos acogen con los brazos abiertos, pero también a Abel Kassogué, nuestro guía e interlocutor nativo, cura diocesano, tan comprometido con sus gentes como con Yavhé. Más si cabe. Y de Clara, colombiana, y Elisa, guatemalteca, las dos hermanas del Angel de la Guarda, la congregación popularmente conocida en la madre patria como Angelinas, que gestionan el internado de Bandiagara. Y le Père Leon e il padre Jean Bello y muchos otros, tanto autóctonos como extranjeros, comprometidos hasta la médula por hacer más habitable su tierra, esta Tierra. Y sí, también por salvar almas, algo que siempre entienden que viene después de salvar los cuerpos. Por cierto, excluyendo al obispo de Segou, ¡ay de la jerarquía, llanto y crujir de dientes! que nos dispensó un sentido sermón bien sentado en un sofá pero que no ha sido capaz de terminar un dispensario, financiado por la Fundación Polaris,  en dos años, yendo para tres. Con excusas burdas sobre la calidad del material de construcción.

Seguramente habrá tantas necesidades, o más, en sus respectivos países como aquí, pero lo cierto es que Clara con su dulcísimo acento de Medellín y Elisa, que porta en su rostro angulado y tez morena, su ascendencia maya, aunque vayan a misa cada mañana a las ocho, dedican el resto de la jornada a niños analfabetos y adolescentes estudiosas. No está claro que por ello alguien les vaya a dar el ciento por uno, pero ellas se entregan –como dije, en cuerpo y alma- para que sus alumnas procedentes de la vecina sabana, aprovechando la holganza hasta que llegue la época de las lluvias y con ellas el trabajo en el campo, aprendan los rudimentos de la lectura y la escritura. 

La formación académica será para estas niñas, ya casi mujeres, la única salida para encontrar un trabajo en Bamako u otra gran ciudad. El bachillerato como última trinchera  para no ser trituradas por las torrenteras de la supervivencia. Procedentes de medios rurales, en cualquier caso, en cientos de kilómetros a la redonda todo es rural, vienen a la “gran ciudad” de Bandiagara para estudiar en el instituto de enseñanza media. Con escasos medios, intercambian el costo del alojamiento por tareas del hogar en familias de acogida. Para empezar, a veces esclavizadas por las tareas domésticas no les resta tiempo para el estudio. Peor aún, con frecuencia se convierten en víctimas de violencia doméstica, del maltrato sino algo peor.

El presidente de la Fundación en la Sala Polivalente
Así que las buenas hermanas, haciendo honor al nombre de su congregación, se las han ingeniado para obtener fondos alemanes de Missionwerk, españoles de Manos Unidas, murcianos de la Fundación Polaris World y de sus propias correligionarias. Cierto que tienen algunas ventajas. Ellas o su congregación, conocedoras de los canales de financiación europeos, se han asegurado unos abundantes recursos para la edificación del internado que, dadas las escaseces de estos lares, pueden hasta parecer excesivos. En cualquier caso, han discurrido para construir una excelente infraestructura, austera, eso sí, pero práctica, donde no falta el “toque femenino” en los macizos de cinnias que adornan el patio central. La Fundación ha financiado la cocina, la sala polivalente y el lavadero. Todo ello por un montante de 37.478 euros. Es la tercera vez que las visitamos y hemos visto crecer la obra desde que se excavaron los cimientos hasta llegar a esta terminación irreprochable. Nada que envidiar, se nota la mano y el ojo de las hermanas, a cualquier internado de los que aparecieron como hongos en la España de los sesenta. Salvo, claro está, las dimensiones reducidas y el abrasador sol africano de principios de diciembre que hacia las diez ya cae a plomo.

Resulta complicado, en la distancia, muchas veces discernir los criterios a la hora de asignar fondos. Casi con toda seguridad, con el costo del conjunto que, según nos dice la hermana Clara, se ha ido muy cerca de los 300.000 euros, se podrían haber hecho quince pozos o media docena de maternidades. ¿Resulta ésto excesivo? ¿Cómo priorizar? No conviene diseccionar mucho los matices, sino ver la utilidad inmediata. Posiblemente, los mismos recursos hubieran resultado igual o más eficaces en otras obras, hasta más necesarias y urgentes. Pero lo hecho, hecho está. La Fundación Polaris no va a salvar el mundo, ni siquiera va a hacerlo la de Bill Gates, así que comprobada la eficacia de los fondos asignados, damos por bueno el dinero empleado y dejamos para mejor ocasión el concepto de prioridad. Costo de una beca para una interna, para todo el curso escolar: 150 euros. ¿Empezamos a priorizar? Tres cenas en un restaurante normalico, 120 cafés con leche, un viaje de ida y vuelta a mi pueblo… Un poco de mala conciencia. Las hermanas nos hablan de su interés en aplanar un terreno rocoso en un extremo de la parcela cercada, a fin de hacer una cancha de baloncesto. No tenemos nada en contra de las canchas de baloncesto, pero, la Fundación Polaris, hermana Clara, ha puesto su granito de arena, aunque no sea en el sitio más necesitado de Mali, para que una cincuentena de adolescentes tengan posibilidades de una vida más digna. El deporte de la canasta casi mejor  lo dejamos para la próxima vida.

A unas cuantas centenas de metros, el horario de visita ha salido un poco por azar, entramos en la sede regional de GAAS, Groupe d’Animation Action au Sahel –Mali, una ONG nacional, con los que hemos colaborado mediante la módica suma de 5.450 euros para el apoyo a la inserción socioeconómica de las mujeres de Bandiagara. Esta grandilocuente descripción se resume en aportar fondos para enseñar a un grupo de señoras a tintar los tejidos locales, así como a explicarles cómo transformar alimentos, envasado y fabricación artesanal,  para que los vendan en los mercadillos.  El proyecto se centra en la formaciónprofesional de  varios grupos de mujeres, sobre todo jóvenes del ámbito rural que carecen de escolarización, en trabajos como el tinte, la restauración, y la transformación de productos locales, además de explicarles  cuidados higiénicos elementales.

Muestra de tintura de la Asociación GAAS
En total, en estas actividades, según GAAS participarán unas 45 mujeres, repartidas en tres grupos por año. Esto facilitará que las asistentes accedan a actividades que les generen ingresos, promuevan el uso de la alimentación con componentes locales en los espacios de restauración de la zona y refuerzan las capacidades de las mujeres en el plan organizativo, institucional, y del emprendedurismo. Lo que se podría definir con una palabra bien de moda: desarrollo sostenible. Más de moda aún: codesarrollo sostenible.

Las mujeres realizan una demostración de sus artes en la tintura, se fotografían con nosotros y nos ofrecen una especie de yogures elaborados por ellas mismas. Por precaución, pues sospechamos que las condiciones sanitarias no son las mejores, pese a que los conservan en un frigorífico, nos los guardamos para tomarlos como postre. Ningún problema, por el contrario, sobre los multicoloridos paños con que nos obsequian. Nos reunimos con el delegado regional de la ONG, un ejemplo perfecto de burocracia africana. A lo enrevesado de su hablar, se suma una notable ampulosidad, un insuperable vagabundeo semántico por los lugares más trillados de la cooperación y, peor aún, una asombrosa esterilidad en la conceptualización de… del desarrollo sostenible, lo que nos sirve para recordar los kilómetros que tenemos por delante, incluso aunque sea por pistas razonablemente transitables.  Durante veinte interminables minutos nos apabulla con un discurso de salón de plenos, tan pomposo como etéreo y, sobre todo, inútil. Ramonet, que no pierde su instinto de “killer” periodístico, aunque la EFE le pille a 7.000 leguas, acostumbrado a ver más allá de sus propias narices, advierte el sorprendente número de ordenadores en los diferentes despachos. Que tienen toda la pinta de ser, sino el último modelo, el antepenúltimo. En el patio se observan algunos Mercedes, no flamantes, pero Mercedes, al fin y al cabo. O el discurso tan panafricano como huero del señor delegado nos ha sacado lo peor de nosotros mismos o de repente nos hemos vuelto excesivamente críticos. Pero estos detalles, aparentemente insignificantes,  soliviantan nuestros espíritus. Eran más vistosas las cinnias del patio de las angelinas que el bla, bla, bla de monsieur Coulibaly. Como se suele decir, la mejor defensa contra la vaciedad interminable es un ataque pletórico de asuntos concretos. Y breves, sobre todo breves.

Narcisse, el presidente de la Fundación, que como buen castellano viejo es hombre de escasas palabras, pero bien claras, le dice que corte el rollo ¿cómo se dirá esto en francés, “le rollo”?, que la amistad de los pueblos, la armonía de la humanidad y todas esas zarandajas infladas no nos han traído hasta aquí. Literalmente: “¿Qué proyecto necesita que le financiemos?”. Monsieur Coulibaly no esperaba una propuesta tan directa, acostumbrado como debe estar a formularios, solicitudes, papeles y tampones. Así que tartamudea un poco, se remueve en la silla, pide más papeles –tiene la mesa rebosante de ellos- a una asistente, los mira y remira, no deben ser los buenos y no le queda otra salida que decir que ya nos enviará la solicitud por correo. No se olvide de timbrarlos, por favor. Al salir, miramos de reojo otro Mercedes que acaba de acceder al patio central. Acaso todo sean imaginaciones nuestras y GAAS sea una organización modélica, ejemplar y transparente. Pero los indicios nos han dejado con un mal cuerpo.

La tienda de ultramarinos de Bandiagara
En previsión de una larga jornada, poco antes de mediodía, y dado que vamos a abandonar la civilización durante cuatro días, nos pertrechamos de víveres en una tienda de ultramarinos, tan pequeña como repleta de género en las estanterías. No mucha variedad, pero lo suficiente para asegurarnos de que si nos quedamos tirados en el desierto, sobreviremos a base de atún de Tailandia, galletas de Togo, café en polvo de Camerún y agua de Mali. Por el contrario, el abrelatas tenemos que agenciarlo en el mercadillo. Se echa de menos un chino en cualquier esquina. Dejamos atrás Bandiagara, el centro de la región, o partido judicial, en términos administrativos obsoletos, situada a 750 kilómetros de la capital, Bamako. La provincia posee una superficie de 10.520 kilómetros cuadrados (Murcia tiene unos poquitos más), con una población total, entre los 21 municipios (o 402 pueblos)  de unos 227.580 habitantes (Murcia, cinco veces más).

La carretera que sale de Bandiagara en dirección a Burkina Faso es, para los estándares locales, una autopista. En términos europeos, se trata de una carretera nacional bien adecentada, sin señalización ni arcenes, pero bastante mejor que la que trajimos desde la capital. En realidad, la carretera comienza en Mopti, al este, y se denomina la Ruta del Pescado, por ser la que tradicionalmente se ha usado para llevar el pescado, de agua dulce del Níger, hacia el interior subsahariano. Desciende desde la meseta hasta la llanura interminable, el cono de un volcán inmenso, geológicamente apagado hace millones de años, pero claramente identificable, que se extiende hasta más allá de la frontera de Burkina Faso. Circular de día, a ochenta kilómetros por hora, es todo un lujo, especialmente tras las angustias de las jornadas precedentes.

Nos detenemos a unos 25 kilómetros, a escasos centenares de metros de la ruta, para revisar otro de los proyectos que la Fundación acaba de emprender. Se trata del Centro de Salud Comunitario deBodio, incluida una maternidad que dará servicio a 13 aldeas. La maternidad más cercana se encuentra a 22 kilómetros, en Kor Kori con una ruta intransitable durante la época de las lluvias y penosa en la estación seca. Abel nos deletrea los nombres de los trece pueblecitos beneficiados: Bodio, Bougou, Orintouno, Djombo-kanda, Doundjourou, Golokanda, Kassa, Doucombo, Yawa Kanda, Kododjogou, Oumolu-Bomo y Ondonsa. Además, con toda certeza otros habitantes de aldeas algo más alejadas, aunque no pertenezcan al mismo ayuntamiento,  también resultarán beneficiados como los de Eguéla, Monobondo, Goroi y Parou. Me encantan estos nombres plenos de vocales.

Construcción de la maternidad de Bodio
Bodio pertenece al  municipio de Doucombo, uno de los más extensos de la región,  con un relieve muy accidentado. Resulta casi imposible recorrer más de un kilómetro sobre un terreno plano. La salud, aparte de la escasez de agua, es uno de los principales problemas. De hecho, sólo existe un centro de salud en la aldea de Songho y un pequeño dispensario en Guezoubobón. No existen otros lugares para cuidar a los enfermos. Estas dificultades se ven acrecentadas por lo complicado que resulta transitar por los caminos en el período invernal, así como el importante crecimiento demográfico que colapsa las pocas infraestructuras existentes.

La Fundación, siguiendo el mismo plan de construcción y de costos que en otros centros de salud comunitarios ya terminados, financia la obra por valor de 37.628 euros, mientras que los lugareños ponen el resto hasta cubrir los 40.000 euros del costo total. Como en Nandoly, también aquí habrá dos edificios separados, por un lado la maternidad, por el otro lado el dispensario, con algún anexo para farmacia y almacén, más las letrinas, situadas a varias decenas de metros. Nos inquieta que Bandiagara, no esté muy alejada y la carretera para desplazarse sea excelente. ¿No habremos decidido apoyar un proyecto acaso innecesario? Abel, en quien confiamos de lleno, nos asegura que los habitantes no tienen los medios para desplazarse a tanta distancia. Esperemos, pues, cumplir con los buenos propósitos para los que se solicitó el proyecto: mejorar las condiciones sanitarias de la población de Bodio, disminuir de forma considerable la tasa de mortalidad infantil y maternal,  mejorar las condiciones de higiene de las poblaciones concernidas, aumentar las consultas natales y prenatales, incrementar la tasa de declaraciones de nacimientos y defunciones.

NO PIENSES EN EL MAÑANA
Los albañiles están trabajando, las paredes comienzan a cobrar altura. Están utilizando la piedra local, así que no desentonará del paisaje. La calidad de la construcción, salvo por el forjado, aparentemente algo endeble para el grosor de las paredes, no tiene nada que envidiar a la que mantiene Jose Mari, el experto albañil de mi villorio. Delante de la edificación, un obrero, de espaldas al sol se aplica a desbastarlas con unos utensilios irrisorios. Porta una camiseta, que en grandes letras y cubriendo toda  la espalda lee: “Don’t stop thinking about tomorrow” (No pares de pensar en el mañana). Una aseveración que sirve de metáfora para él mismo, delante tiene una montaña de piedras que tallar, y, sin ánimo de dramatizar, un resumen inesperado, pero tan real como la existencia misma, de cómo viven, sobreviven, las gentes con que nos encontramos ayer, hoy y nos encontraremos mañana. Y lo peor, al decir de muchos, está en el porvenir. “Don’t stop thinking about tomorrow”