Cautivos y desarmados la pareja de gendarmes, aunque
haya sido mediante las malas artes de una modesta propina, podemos movernos a
nuestras anchas por todo el territorio maliense sin el inconveniente de hacer
llorar a los niños cuando descendemos de los “jeeps” con dos apuestos fusileros
impecablemente uniformados cubriéndonos las espaldas. Así, pues, la jornada se augura
pacífica desde la perspectiva de la protección armada. Otro tanto por lo que
concierne a las rutas y caminos que atraviesan el país dogón. Las tres primeras
visitas matinales las tenemos bien cerquita, para comenzar dos aquí, en Bandiagara
y la otra a una treintena de kilómetros. Además, el recorrido vespertino se prevé
por pista, que aunque de tierra arcillosa y polvorienta no tiene ni comparación
con el traqueteo habitual sobre pedruscos y mesetas rocosas de la víspera. Nos
las prometemos felices mientras intentamos, una mañana más, con escaso éxito,
enseñar algunos vocablos de castellano a la shakesperiana cacatúa del hotel.
Es “vox populi” que las organizaciones religiosas en
África son, con diferencia, las ONG’s más eficaces. Por muchas razones,
compromiso personal insoslayable, alto nivel de formación de sus miembros,
honradez a prueba de cualquier tentación venal. Algunos de los que nosotros
conocemos llevan años, hasta cuartos de siglo, empeñando su propia vida, en el
sentido más literal del la palabra, en la
batalla de la solidaridad, aún a sabiendas de que, con toda certeza, no
verán la victoria en esta generación, ni en unas cuantas venideras. El sentido
humanitario de la mayoría de religiosos y religiosas presentes en África supera
con creces la motivación espiritual inicial que les ha traído hasta aquí, se
llame ésta vocación, destino divino o llamada del Altísimo. Tan criticados, no
sin razón, en los países occidentales, son aquí, donde Cristo perdió las
sandalias, el mechero o como se diga, los campeones sin par de la lucha contra
el analfabetismo, la desigualdad y la pobreza. Ni siquiera está claro, para más
inri, que se vayan a ganar el Reino de los Cielos. Si tuvieran un buen director
de marketing, no que ello les interese lo más mínimo –que tu mano derecha no
sepa lo que da tu izquierda, o al revés- ninguna multinacional por bondadosa que fuere
(esto acaso sea una contradicción “in terminis”) tendría, jamás, el cartel que
estos héroes, en el más pleno sentido de la palabra, se merecen.
Este excursus
podríamos aplicarlo a nuestros amigos, los salesianos de Bamako, que siempre
nos acogen con los brazos abiertos, pero también a Abel Kassogué, nuestro guía
e interlocutor nativo, cura diocesano, tan comprometido con sus gentes como con
Yavhé. Más si cabe. Y de Clara, colombiana, y Elisa, guatemalteca, las dos
hermanas del Angel de la Guarda, la congregación popularmente conocida en la
madre patria como Angelinas, que gestionan el internado de Bandiagara. Y le
Père Leon e il padre Jean Bello y muchos otros, tanto autóctonos como
extranjeros, comprometidos hasta la médula por hacer más habitable su tierra,
esta Tierra. Y sí, también por salvar almas, algo que siempre entienden que
viene después de salvar los cuerpos. Por cierto, excluyendo al obispo de Segou,
¡ay de la jerarquía, llanto y crujir de dientes! que nos dispensó un sentido sermón
bien sentado en un sofá pero que no ha sido capaz de terminar un dispensario,
financiado por la Fundación Polaris, en
dos años, yendo para tres. Con excusas burdas sobre la calidad del material de
construcción.
Seguramente habrá tantas necesidades, o más, en sus
respectivos países como aquí, pero lo cierto es que Clara con su dulcísimo
acento de Medellín y Elisa, que porta en su rostro angulado y tez morena, su
ascendencia maya, aunque vayan a misa cada mañana a las ocho, dedican el resto
de la jornada a niños analfabetos y adolescentes estudiosas. No está claro que
por ello alguien les vaya a dar el ciento por uno, pero ellas se entregan –como
dije, en cuerpo y alma- para que sus alumnas procedentes de la vecina sabana,
aprovechando la holganza hasta que llegue la época de las lluvias y con ellas
el trabajo en el campo, aprendan los rudimentos de la lectura y la
escritura.
La formación académica será para estas niñas, ya casi
mujeres, la única salida para encontrar un trabajo en Bamako u otra gran
ciudad. El bachillerato como última trinchera
para no ser trituradas por las torrenteras de la supervivencia.
Procedentes de medios rurales, en cualquier caso, en cientos de kilómetros a la
redonda todo es rural, vienen a la “gran ciudad” de Bandiagara para estudiar en
el instituto de enseñanza media. Con escasos medios, intercambian el costo del alojamiento
por tareas del hogar en familias de acogida. Para empezar, a veces esclavizadas
por las tareas domésticas no les resta tiempo para el estudio. Peor aún, con
frecuencia se convierten en víctimas de violencia doméstica, del maltrato sino
algo peor.
El presidente de la Fundación en la Sala Polivalente |
Así que las buenas hermanas, haciendo honor al nombre
de su congregación, se las han ingeniado para obtener fondos alemanes de
Missionwerk, españoles de Manos Unidas, murcianos de la Fundación Polaris World
y de sus propias correligionarias. Cierto que tienen algunas ventajas. Ellas o
su congregación, conocedoras de los canales de financiación europeos, se han
asegurado unos abundantes recursos para la edificación del internado que, dadas
las escaseces de estos lares, pueden hasta parecer excesivos. En cualquier caso,
han discurrido para construir una excelente infraestructura, austera, eso sí,
pero práctica, donde no falta el “toque femenino” en los macizos de cinnias que
adornan el patio central. La Fundación ha financiado la cocina, la sala
polivalente y el lavadero. Todo ello por un montante de 37.478 euros. Es la
tercera vez que las visitamos y hemos visto crecer la obra desde que se
excavaron los cimientos hasta llegar a esta terminación irreprochable. Nada que
envidiar, se nota la mano y el ojo de las hermanas, a cualquier internado de
los que aparecieron como hongos en la España de los sesenta. Salvo, claro está,
las dimensiones reducidas y el abrasador sol africano de principios de
diciembre que hacia las diez ya cae a plomo.
Resulta complicado, en la distancia, muchas veces
discernir los criterios a la hora de asignar fondos. Casi con toda seguridad,
con el costo del conjunto que, según nos dice la hermana Clara, se ha ido muy
cerca de los 300.000 euros, se podrían haber hecho quince pozos o media
docena de maternidades. ¿Resulta ésto excesivo? ¿Cómo priorizar? No conviene diseccionar
mucho los matices, sino ver la utilidad inmediata. Posiblemente, los mismos
recursos hubieran resultado igual o más eficaces en otras obras, hasta más
necesarias y urgentes. Pero lo hecho, hecho está. La Fundación Polaris no va a
salvar el mundo, ni siquiera va a hacerlo la de Bill Gates, así que comprobada
la eficacia de los fondos asignados, damos por bueno el dinero empleado y
dejamos para mejor ocasión el concepto de prioridad. Costo de una beca para una
interna, para todo el curso escolar: 150 euros. ¿Empezamos a priorizar? Tres
cenas en un restaurante normalico, 120 cafés con leche, un viaje de ida y
vuelta a mi pueblo… Un poco de mala conciencia. Las hermanas nos hablan de su
interés en aplanar un terreno rocoso en un extremo de la parcela cercada, a fin
de hacer una cancha de baloncesto. No tenemos nada en contra de las canchas de
baloncesto, pero, la Fundación Polaris, hermana Clara, ha puesto su granito de
arena, aunque no sea en el sitio más necesitado de Mali, para que una
cincuentena de adolescentes tengan posibilidades de una vida más digna. El
deporte de la canasta casi mejor lo
dejamos para la próxima vida.
A unas cuantas centenas de metros, el horario de visita
ha salido un poco por azar, entramos en la sede regional de GAAS, Groupe
d’Animation Action
au Sahel –Mali, una ONG
nacional, con los que hemos colaborado mediante la módica suma de 5.450 euros
para el apoyo a la inserción socioeconómica de las mujeres de Bandiagara. Esta grandilocuente
descripción se resume en aportar fondos para enseñar a un grupo de señoras a
tintar los tejidos locales, así como a explicarles cómo transformar alimentos,
envasado y fabricación artesanal, para
que los vendan en los mercadillos. El proyecto se centra en la formaciónprofesional de varios grupos de mujeres,
sobre todo jóvenes del ámbito rural que carecen de escolarización, en trabajos
como el tinte, la restauración, y la transformación de productos locales, además
de explicarles cuidados higiénicos
elementales.
Muestra de tintura de la Asociación GAAS |
Las mujeres realizan una demostración de sus artes en
la tintura, se fotografían con nosotros y nos ofrecen una especie de yogures
elaborados por ellas mismas. Por precaución, pues sospechamos que las
condiciones sanitarias no son las mejores, pese a que los conservan en un
frigorífico, nos los guardamos para tomarlos como postre. Ningún problema, por
el contrario, sobre los multicoloridos paños con que nos obsequian. Nos
reunimos con el delegado regional de la ONG, un ejemplo perfecto de burocracia
africana. A lo enrevesado de su hablar, se suma una notable ampulosidad, un
insuperable vagabundeo semántico por los lugares más trillados de la
cooperación y, peor aún, una asombrosa esterilidad en la conceptualización de…
del desarrollo sostenible, lo que nos sirve para recordar los kilómetros que
tenemos por delante, incluso aunque sea por pistas razonablemente transitables. Durante veinte interminables minutos nos apabulla
con un discurso de salón de plenos, tan pomposo como etéreo y, sobre todo,
inútil. Ramonet, que no pierde su instinto de “killer” periodístico, aunque la
EFE le pille a 7.000 leguas, acostumbrado a ver más allá de sus propias
narices, advierte el sorprendente número de ordenadores en los diferentes
despachos. Que tienen toda la pinta de ser, sino el último modelo, el
antepenúltimo. En el patio se observan algunos Mercedes, no flamantes, pero
Mercedes, al fin y al cabo. O el discurso tan panafricano como huero del señor
delegado nos ha sacado lo peor de nosotros mismos o de repente nos hemos vuelto
excesivamente críticos. Pero estos detalles, aparentemente insignificantes, soliviantan nuestros espíritus. Eran más
vistosas las cinnias del patio de las angelinas que el bla, bla, bla de monsieur
Coulibaly. Como se suele decir, la mejor defensa contra la vaciedad interminable
es un ataque pletórico de asuntos concretos. Y breves, sobre todo breves.
Narcisse, el presidente de la Fundación, que como
buen castellano viejo es hombre de escasas palabras, pero bien claras, le dice
que corte el rollo ¿cómo se dirá esto en francés, “le rollo”?, que la amistad
de los pueblos, la armonía de la humanidad y todas esas zarandajas infladas no
nos han traído hasta aquí. Literalmente: “¿Qué proyecto necesita que le
financiemos?”. Monsieur Coulibaly no esperaba una propuesta tan directa, acostumbrado
como debe estar a formularios, solicitudes, papeles y tampones. Así que
tartamudea un poco, se remueve en la silla, pide más papeles –tiene la mesa
rebosante de ellos- a una asistente, los mira y remira, no deben ser los buenos
y no le queda otra salida que decir que ya nos enviará la solicitud por correo.
No se olvide de timbrarlos, por favor. Al salir, miramos de reojo otro Mercedes
que acaba de acceder al patio central. Acaso todo sean imaginaciones nuestras y
GAAS sea una organización modélica, ejemplar y transparente. Pero los indicios
nos han dejado con un mal cuerpo.
La tienda de ultramarinos de Bandiagara |
En previsión de una larga jornada, poco antes de
mediodía, y dado que vamos a abandonar la civilización durante cuatro días, nos
pertrechamos de víveres en una tienda de ultramarinos, tan pequeña como repleta
de género en las estanterías. No mucha variedad, pero lo suficiente para
asegurarnos de que si nos quedamos tirados en el desierto, sobreviremos a base
de atún de Tailandia, galletas de Togo, café en polvo de Camerún y agua de
Mali. Por el contrario, el abrelatas tenemos que agenciarlo en el mercadillo.
Se echa de menos un chino en cualquier esquina. Dejamos atrás Bandiagara, el
centro de la región, o partido judicial, en términos administrativos obsoletos,
situada a 750
kilómetros de la capital, Bamako. La provincia posee una
superficie de 10.520
kilómetros cuadrados (Murcia tiene unos poquitos más), con
una población total, entre los 21 municipios (o 402 pueblos) de unos 227.580 habitantes (Murcia, cinco
veces más).
La carretera que sale de Bandiagara en dirección a
Burkina Faso es, para los estándares locales, una autopista. En términos
europeos, se trata de una carretera nacional bien adecentada, sin señalización
ni arcenes, pero bastante mejor que la que trajimos desde la capital. En
realidad, la carretera comienza en Mopti, al este, y se denomina la Ruta del
Pescado, por ser la que tradicionalmente se ha usado para llevar el pescado, de
agua dulce del Níger, hacia el interior subsahariano. Desciende desde la meseta
hasta la llanura interminable, el cono de un volcán inmenso, geológicamente
apagado hace millones de años, pero claramente identificable, que se extiende
hasta más allá de la frontera de Burkina Faso. Circular de día, a ochenta
kilómetros por hora, es todo un lujo, especialmente tras las angustias de las jornadas
precedentes.
Nos detenemos a unos 25 kilómetros , a
escasos centenares de metros de la ruta, para revisar otro de los proyectos que
la Fundación acaba de emprender. Se trata del Centro de Salud Comunitario deBodio, incluida una maternidad que dará servicio a 13 aldeas. La maternidad más
cercana se encuentra a 22
kilómetros , en Kor Kori con una ruta intransitable durante
la época de las lluvias y penosa en la estación seca. Abel nos deletrea los
nombres de los trece pueblecitos beneficiados: Bodio, Bougou, Orintouno, Djombo-kanda,
Doundjourou, Golokanda, Kassa, Doucombo, Yawa Kanda, Kododjogou, Oumolu-Bomo y
Ondonsa. Además, con toda certeza otros habitantes de aldeas algo más alejadas,
aunque no pertenezcan al mismo ayuntamiento, también resultarán beneficiados como los de
Eguéla, Monobondo, Goroi y Parou. Me encantan estos nombres plenos de vocales.
Construcción de la maternidad de Bodio |
Bodio pertenece al municipio de Doucombo, uno de los más extensos
de la región, con un relieve muy
accidentado. Resulta casi imposible recorrer más de un kilómetro sobre un
terreno plano. La salud, aparte de la escasez de agua, es uno de los
principales problemas. De hecho, sólo existe un centro de salud en la aldea de
Songho y un pequeño dispensario en Guezoubobón. No existen otros lugares para cuidar
a los enfermos. Estas dificultades se ven acrecentadas por lo complicado que
resulta transitar por los caminos en el período invernal, así como el
importante crecimiento demográfico que colapsa las pocas infraestructuras
existentes.
La Fundación, siguiendo el mismo plan de construcción
y de costos que en otros centros de salud comunitarios ya terminados, financia
la obra por valor de 37.628 euros, mientras que los lugareños ponen el resto
hasta cubrir los 40.000 euros del costo total. Como en Nandoly, también aquí
habrá dos edificios separados, por un lado la maternidad, por el otro lado el
dispensario, con algún anexo para farmacia y almacén, más las letrinas,
situadas a varias decenas de metros. Nos inquieta que Bandiagara, no esté muy
alejada y la carretera para desplazarse sea excelente. ¿No habremos decidido
apoyar un proyecto acaso innecesario? Abel, en quien confiamos de lleno, nos
asegura que los habitantes no tienen los medios para desplazarse a tanta
distancia. Esperemos, pues, cumplir con los buenos propósitos para los que se
solicitó el proyecto: mejorar las
condiciones sanitarias de la población de Bodio, disminuir de forma
considerable la tasa de mortalidad infantil y maternal, mejorar las condiciones de higiene de las
poblaciones concernidas, aumentar las consultas natales y prenatales, incrementar
la tasa de declaraciones de nacimientos y defunciones.
NO PIENSES EN EL MAÑANA |
Los albañiles están trabajando, las paredes comienzan
a cobrar altura. Están utilizando la piedra local, así que no desentonará del
paisaje. La calidad de la construcción, salvo por el forjado, aparentemente algo
endeble para el grosor de las paredes, no tiene nada que envidiar a la que mantiene
Jose Mari, el experto albañil de mi villorio. Delante de la edificación, un obrero,
de espaldas al sol se aplica a desbastarlas con unos utensilios irrisorios.
Porta una camiseta, que en grandes letras y cubriendo toda la espalda lee: “Don’t stop thinking about tomorrow”
(No pares de pensar en el mañana). Una aseveración que sirve de metáfora para él mismo,
delante tiene una montaña de piedras que tallar, y, sin ánimo de dramatizar, un
resumen inesperado, pero tan real como la existencia misma, de cómo viven,
sobreviven, las gentes con que nos encontramos ayer, hoy y nos encontraremos mañana. Y lo peor,
al decir de muchos, está en el porvenir. “Don’t stop thinking about tomorrow”
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