Hace unas semanas nos llegaban las
imágenes del inicio de la excavación
del pozo de supervivencia de Bougou en una zona tremendamente áspera y
rocosa del país dogón, en Mali. La excavación, no hay otro método, tenía que
hacerse a golpe de cartucho de dinamita. De hecho, en una de las imágenes se
podía ver a los poceros extendiendo el cable de color naranja para preparar la
explosión. Debido al estado bélico en el que se encontraba la región, el frente
estuvo localizado, a principios de la primavera, a tan sólo 60 kilómetros de
Bougou, denominación que podría traducirse por “me quedo aquí y hago una caseta”,
las obras han sufrido algún que otro parón, aunque finalmente nos llegan
noticias e imágenes de que, aún antes de llegar a los 35 metros de profundidad
previstos, el agua ha aflorado en abundancia.
De momento y a la espera de seguir con
la excavación, el pozo de Bougou posee un metro y medio de agua. Cantidad que puede
parecer poca, pero que dada la escasez existente en la zona, como contábamos en
una entrada previa, es casi un milagro. Previsiblemente, cuando se termine la obra,
el manantial tendrá unos 5 metros de agua, más que suficiente para cubrir las
necesidades de Bougou.
En la primera imagen, se observa la
cabeza de un adolescente, los pies de otro. Ambos, se intuye, expectantes,
observando con atención extrema, el recipiente que ha sido descolgado al
interior del pozo, donde el agua brilla. Como en un espejismo real. En el
brocal se advierte, a la izquierda, dos maderos retorcidos, posiblemente
recuperados del pozo tradicional, en realidad un aljibe para recoger el agua de
lluvia y que aquí se están utilizando como soporte para sostener, de forma
provisional, la polea con la que se levantará el cubo. O quizá para tapar la abertura
mientras concluyen las obras y así evitar accidentes.
Los primeros metros del pozo han sido
anillados en hormigón, un elemento muy importante para evitar derrumbes. Unos
metros más abajo se observan con nitidez los salientes de la roca que ha sido
quebrada a golpe de dinamita. El anillado se extenderá todavía unos cuantos
metros más, a medida que la obra avance.
En la segunda imagen, la roca extraída
de la excavación aparece amontonada en un lateral. Ahora tenemos tres adolescentes
a quienes vemos las caras, posiblemente los que en la imagen anterior aparecían
de espaldas. Como no podía ser de otra manera, las miradas de todos ellos se
dirigen entre sorprendidas y curiosas –hasta se puede adivinar un cierto grado
de temor en ellas- al chorro de agua que uno de ellos está derramando desde el
cubo. El que vierte el agua lo está haciendo con sumo cuidado para que todo caiga
en sus pies. Sí, cierto, el agua está sucia, son los primeros litros que salen
de las profundidades de Bougou.
No resulta difícil imaginar, o quizá, en
realidad, nos resulte imposible, la alegría y satisfacción que estos
adolescentes están sintiendo en este preciso instante, cuando el agua refresca
los pies de uno de ellos. Seguro que ahora será el turno de los otros dos
amigos. Pensándolo bien, se trata más bien de seis pies para dos fotos. De seis
pies que con toda seguridad, por primera vez, disfrutan de un placer tan
sencillo como el dejar caer un chorro de agua fría encima de ellos.