Cuando en la primavera
la Fundación Polaris World comenzó su último proyecto, el Dispensario de Minta,
entre las imágenes que nos llegaron de la aldea y sus habitantes, una de las
más llamativas era la de un niño sentado en el suelo, entreteniéndose con las
virutas que algún adulto, tras tallar varios mangos de herramientas agrícolas
había dejado en el suelo. Otro niño, también con camiseta “culé” le observa
sentado en una piedra. [Álbum fotográfico]
Para estos dos niños de
la aldea de Minta, así como para otras 11 aldeas de los contornos: Dissa,
Oufou, Zerema, Saye, Boila, Djinto, Mangan, Boussouré, Anakana, Domini y Molé,
la Fundación, con un coste de 36.500 euros acaba de dar, literalmente, los últimos
retoques al dispensario que servirá para cubrir las necesidades sanitarias
básicas de una población asentada en una zona remotísima de Mali, ya en la
frontera con el país limítrofe, Burkina Faso.
Los lugareños tienen el
compromiso, como ha ocurrido en los otros 8 dispensarios en funcionamiento que
la Fundación ha construido durante los últimos años en el País Dogón (noroeste
de Mali) de contratar, primeramente, un auxiliar de enfermería cualificado y
una comadrona, así como disponer de un pequeño stock de medicinas pagado por la
población local. En un plazo de, aproximadamente, dos años, el Gobierno asumirá
el usufructo del Centro de Salud de Minta dotándolo, previsiblemente, de un
médico con visitas rotatorias.
La parte más frágil de
la población, embarazadas y bebés, encontrarán un espacio para mejorar sus
posibilidades de supervivencia (la tasa de mortalidad suele superar los 100
niños por cada 1.000 habitantes). El Comité Local, conformado por
representantes de las 12 aldeas, se encargará del mantenimiento del
dispensario.
El modelo de centro de
salud que ha implantado la Fundación Polaris World en el país dogón consiste de
tres módulos. Uno, más pequeño, hace las funciones de despacho para el personal
médico, archivos y farmacia. Un segundo módulo sirve para la consulta de los
enfermos y un tercero se usa como maternidad, preservando una cierta intimidad
para las parturientas en unas condiciones sanitarias mínimamente dignas.
La construcción,
relativamente rápida, pese al aislamiento de la zona [Google Maps],
ha sufrido el parón de la época de las lluvias, cuando los habitantes de las
aldeas dedican todo su tiempo a la siembra del mijo, uno de sus principales
sustentos. Curiosamente, pese a que Minta se encuentra en pleno desierto
subsahariano, también existe una pequeña economía, básicamente de subsistencia,
a través de la pesca. En la época de las lluvias una depresión recoge el agua
de las zonas adyacentes y se crea una importante laguna donde,
tradicionalmente, se trabaja, durante un corto espacio de tiempo, en la pesca.
Como se puede ver en el
álbum fotográfico, es impensable traer desde Mopti o Bandiagara, salvo los
marcos de las ventanas y las puertas, el material de construcción, así que la
solución ha sido elaborar “in situ” las bovedillas para construir los muros. En
una zona tan desértica, uno de los problemas principales ha sido el agua para
mezclar el cemento, tarea en la que han colaborado los habitantes, así, también
es parte de su colaboración en especies, en el alojamiento y manutención de los
albañiles. Una manera de abaratar los costos.
Y aunque parezca raro,
el material más caro, ha sido, como suele ser habitual en estos casos, la arena
para elaborar el cemento. La arena, la que se usa para fraguar el mortero, no
todas valen, hay que acarrearla desde lugares alejados. En cualquier caso, el
proyecto está terminado, como se puede ver por las imágenes, cuya toma ha
coincidido con el fin de la época de las lluvias, de ahí que el verdor domine
sobre el ocre de los edificios y contraste sobremanera con algunas de las otras
imágenes tomadas durante la época seca.
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