domingo, 22 de julio de 2012

JORNADA VIII: SOCORRIENDO A LAS VIUDAS Y A LOS HUERFANOS - 1

Mopti es, para los estándares malienses, una gran ciudad, con algo más de 100.000 habitantes debe ser la segunda o la tercera más grande del país, situada en la confluencia del Níger y el Bani. A medias puerto comercial, mercado regional y estación de paso para los turistas que se dirigen al país dogón o a Timbuktú, sus calles cercanas al río muestran una eferverescencia avasalladora, sólo comparable a las principales arterias de la capital del país. Con la notable ventaja de que aquí, la anchura del Níger es tan grande que en algunas zonas, con la neblina matinal, cuesta divisar la otra orilla. Algo que convierte el paisaje reseco de los alrededores en una visión sorprendente, cuasi oceánica, al toparnos con la inmensidad de los dos ríos fluyendo, flotando, se podría decir, en una serenidad fácilmente palpable, bajo la transparente y beatífica luminosidad matinal, exclusivamente africana.

Mopti es una de las regiones más pobres del país, aproximadamente el 72% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Asimismo, la tasa de escolarización es muy inferior al 60% de la media nacional. Otro tanto ocurre con la alfabetización, inferior al ya miserable porcentaje nacional del 30%. Desgraciadamente, otros indicadores como la mortalidad infantil y juvenil, se sitúan por encima de la media nacional. De los pocos indicadores mejores que la media nacional, se puede hablar de la tasa de desempleo, que está en torno al 34%. Eso hasta que cayó el turismo debido a la inestable situación un poco más al norte, los 10.000 turistas anuales dejaban unos 20 millones de euros en la zona, ahora no llegan a cinco.

Hemos dejado por la mañana Bandiagara, apenas distante una seisentena de kilómetros, así que de buena mañana estamos en medio del maremágnum del mercado donde parece que casi todo se vende y se compra en la ribera del Bani. Abel Kassogué, nuestro inestimable corresponsal y guía, oficia de párroco en la modesta catedral que hace las veces de sede episcopal a los católicos de la región. El edificio está muy pegado a la ribera del Bani, así que desde la terraza disponemos de una vista aérea excelente de la zona que hace de puerto y mercado: las transacciones de pescado de agua dulce bajo un sol recio, el bamboleo de las pinazas (al estilo de los vaporettos venecianos, aquí transformados en utilitarias piraguas, que transportan a los nativos de una a otra orilla), el trajín del tráfico en derredor: motos, turismos, camiones. Un “tohu babohu” incomparable con el telón majestuoso del Niger.

Quizá lo más sorprendente es la extraordinaria, a ratos inabarcable, cantidad de agua que se extiende a nuestros pies, hasta donde alcanza la vista. Eso que ahora ya aprieta, aunque no ahogue, la estación seca. Por la tarde tendremos la oportunidad de navegar en una de las pinazas, en un rápido trayecto hasta la otra ribera, donde se asienta la etnia bozo, dedicada en exclusiva a la pesca. La tez de su piel y la fisonomía de sus rostros, con una coloración mucho más negra, es claramente diferente de la de los dogones con los que hemos pasado la última semana o la de los peulhs, los pastores trashumantes con quienes nos hemos encontrado ocasionalmente a la vera del camino por las encrucijadas de la estepa y el desierto.

Abel, él mismo dogón, con la serenidad y calma propia de su raza, pero con la aguda ironía originada en su educación occidental (los dos últimos años de filosofía en Lyon no han caído en saco roto), nos hace un par de demostraciones sobre la curiosa relación que los dogones han establecidos durante años, algunos dicen que centurias, con los bozos, de quienes se consideran primos hermanos. La gracia consiste en que, cuando se encuentran, incluso aunque no se conozcan de nada, se saluden, literalmente, con insultos. No insultos cualesquiera, sino bien rudos y ásperos, metiéndose con la familia y el resto de la parentela en cada frase y en cada vocablo. Algo así como una cantinela continuada de injurias e improperios, comenzando con expresiones semejantes a como qué tal está la desgraciada de tu madre, bien, y el cabroncete de tu padre, responde el interlocutor. Todo dicho como si nada pasara, de hecho nada pasa, tu madre es una perra, dice uno, no menos que la idiota de tu hermana, corresponde con aparente amabilidad el otro. Todo un curioso florilegio verbal que prosigue hasta que la distancia impide oír los comentarios del otro. Si por casualidad están quietos o sentados, la retahíla se hace interminable. Y no se conocían de nada, sólo que se han percatado, para ellos resulta muy fácil, que uno es dogón y el otro es bozo. La sencilla negociación de Abel con una señora de etnia boza que vende pescaítos cocinados a la brasa, en la orilla del río, para comprar una especie de lenguado de río, encadena otra sarta de amabilidades parecidas. Sin que el Níger tan cercano como imperturbable se agite en lo más mínimo.

Quizá todavía algo más impresionante que la anchura del Níger y el Bani a la altura de Mopti reside en el hecho de que mientras tanta agua junta sigue su pacífico curso, sólo unas centenas de metros tierra adentro es el desierto puro. En las fotos aéreas se observa claramente el contraste del curso azul verdoso del río con el ocre pálido de las arenas saharianas, apenas una franja de verde en ambas riberas. Como decía alguien de mi pueblo la primera vez que vió el mar en Santander, ¡lástima de tanta superficie en barbecho sin que se pueda labrar! Aquí la frase podría aplicarse tanto al agua como a la arena.  Es cierto que en algunas zonas húmedas, la región es muy conocida por ello, se ven amplios arrozales –aparentemente gestionados por compañías chinas, lo que solivianta la desconfianza local hacia el imperio comunista- pero tremendamente diminutos comparados con la cantidad de agua que discurre por el cauce. Al atravesarlo por la tarde, la pinaza, movida por un motor fuera borda, tardará casi media hora en alcanzar la ribera opuesta. Así que no es de extrañar que a tres kilómetros de aquí, la Asociación de Viudas y Huérfanos de Sevaré haya requerido financiación (14.273 euros) a la Fundación Polaris World para la excavación de cuatro pozos con los que regar un terreno situado en los suburbios de la ciudad.

En efecto, el proyecto consiste en adecentar el terreno, a modo de huerta, para cultivarlo con unas mínimas garantías de éxito si disponen de agua. Como el río se encuentra cerca, el agua se encuentra a tan sólo 10 metros de profundidad. De esta forma las viudas y los huérfanos, con la modesta producción de verduras (lechugas, calabacines, pepinos, cebolletas), tendrán unos magros ingresos económicos –francamente el terreno no parece que sea gran cosa- que les permitirán llevar una vida ligeramente menos dura. La Asociación liderada por Cisse Nafisatou, una señorona en el mejor sentido literal y metafórico del término, elegante en su vestimenta multicolor, refinadísima en su tocado,  ha comenzado ya la búsqueda de 2 hectáreas a fin de comenzar la sembradura. Para comenzar, ella misma, viuda, ha puesto a disposición de la Asociación un terreno heredado de su marido, tan yermo y seco como el alma de Judas, que se suele decir, aunque aquí, dado que todas las socias son musulmanas, acaso se podría recurrir a la imaginería mahometana, pero casi mejor lo dejamos ahí no sea que alguien se ofenda con las metáforas. Que como vimos días atrás en Orintouno tan difíciles son de traducir y entender.

Para que el proyecto llegue a buen puerto, se preveía la construcción de cuatro pozos, el cercado con una valla de protección y la plantación de árboles en el perímetro que actuarán a modo de resguardo contra el viento. De momento, dos pozos están ya en pleno funcionamiento, tal y como nos demuestran las viudas. Aunque la capa freática esté poco profunda, al final son diez metros de polea cubo a cubo. Aconsejamos a las buenas señoras que acaso sea más conveniente emplear parte de la financiación no en excavar dos pozos más, la finca parece más bien pequeña, sino en comprar un motorcito para extraer el agua.

Al llegar, la señora Nafisatou, claramente una lideresa por la manera de hablar con nosotros y los modos de dar indicaciones a sus compañeras, se disculpa de que no nos reciban con cánticos y redoblar de tambores. De hecho, la fiesta estaba preparada para el sábado pasado, cuando, para desgracia nuestra, nos quedamos tirados en la pista de despegue del aeropuerto de Bamako. Con esta visita cumplimos a rajatabla el programa previsto desde el principio, mico-mandante.  A modo de disculpa nos endosa unos bellos tejidos locales a los hombres para que nos vistamos como los tuaregs, muy abundantes en la zona. A Ramonet con la barba cana, pensándolo bien, no le quedaría mal la túnica, le ungiría  de "seny" y a Narcisse, el presidente de la Fundación, seguro que le otorgaría un aura… de presidente.  Isabelle y Helléne se tienen que conformar con unos artículos más humildes de la popular marroquinería nativa.

Para una mejor asunción de responsabilidades y reparto de cargas, las viudas tienen que pagar una pequeña cuota de entrada en la Asociación y después, según su disponibilidad monetaria, adquieren participaciones en el uso de los terrenos. Básicamente se trata de lograr el acceso, mediante la pertenencia a la asociación, a terrenos cultivables, además de obtener una formación mínima de carácter agrario, así como en técnicas de comercialización de los productos que obtengan. Ambos aspectos en niveles muy elementales. En la asociación hay 178 mujeres y 75 niñas huérfanas. Cada señora tiene su parcelita, aunque no todas las socias disponen de una, que cuida con mimo. El producto está destinado al autoconsumo y en caso de que sobre algo lo comercian en el mercado de Mopti.

Aunque el la tradición islámica prevé un amplio abanico de medidas para la protección de las viudas, desgraciadamente la extrema situación de pobreza y no pocos prejuicios locales hacen tremendamente difícil la vida de las mujeres en Mali, ya dura de por sí, cuando pierden al marido. El problema se agudiza por otros factores como la poligamia y los numerosos problemas ligados a la propiedad de la tierra. Así que los 9.146 euros que, finalmente, concedió la Fundación Polaris World a la Asociación de Viudas y Huérfanos de Sevaré parece una gota de agua en el océano o, por hablar con más propiedad, una gota en los 4.200 kilómetros de Níger. El resto del proyecto, la compra de semillas y la valla de protección que también solicitaban a la Fundación la han conseguido por otros medios. Los huertecicos, ahora tampoco es la mejor época para cultivar, parecen poca cosa para alimentar tantas bocas. Al menos, bien que sintamos cierta impotencia o una pizca de mala conciencia por no poder ayudar más, el agradecimiento de las señoras es bien manifiesto. Insisten en hacerse fotos con nosotros al lado del pozo, al lado de los calabacines, al lado de los huertos, al lado de las berenjenas, a la entrada.

Pocas horas después, mientras visitamos la archifamosa mezquita de barro de Jenné, camino ya hacia el sur, hacia Bamako, somos echados sin contemplaciones de los aledaños del templo por militares impecablemente uniformados. En cualquier caso, la entrada en el recinto está prohibida para los no musulmanes. Cuando pedimos explicaciones, bueno, casi mejor no pedir explicaciones a la autoridad competente que se muestra muy nerviosa y tiene muy malas pulgas, cuando preguntamos por tanto alboroto, alguien acierta a decirnos que en breve va a llegar el general no sé cuantos, vicepresidente de no sé qué para cumplir con sus obligaciones religiosas de media tarde. A los pocos minutos, poco antes de la oración de las cinco, una caravana de jeeps de alta gama, bien armados y relucientes, ríete tú de las comitivas de Hillary Clinton desplazándose del aeropuerto de Bagdad a la Zona Verde, se acerca a la plaza de la mezquita. Los milicianos se despliegan por todo el perímetro de la mezquita, aseguran la plaza del mercado, miran tensos y vigilantes las terrazas de barro de las casas vecinas. En realidad, aparte de nosotros no hay nadie, ni extranjero, ni nativo. Un generalote, más acicalado para desfilar en una parada que para pisar el polvo y la porquería que inunda los alrededores de este Patrimonio de la Humanidad desciende con aires de pavo real. Ya sé que esto se ofrece a la comparación fácil. Cualquiera de estos lujosos vehículos, dejando aparte armamento, kepis y medallas, permitiría la supervivencia de 178 mujeres y 75 niñas huérfanas de Sevaré, durante un año al menos, o tirando por lo bajo, la excavación de 16 pozos. ¿Demagogia occidental? ó ¿África, tan real como la vida misma de todos los días?
            

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