Como
tantas veces en África, las leyendas son mucho más atractivas que la realidad
actual. La aldea de Nacombo forma parte del municipio rural de Dourou. Dourou,
en la parla local dogón, significa «el rugido ensordecedor del león místico», en
alusión a un afamado cazador, fuera de lo común, que mató al animal salvaje de
un certero tiro en pleno corazón. El
municipio de Dourou reúne 16.536 habitantes y tiene una superficie de 617 Km ., mientras que la
aldea de Nacombo tiene unos 1.300 habitantes.
Nacombo,
seguimos con la leyenda, en este caso etimológica, o acaso real, ¿quién lo
sabe?, significa “atemos a los bueyes”. Cuenta la historia que los primeros
habitantes del pueblo eran casi nómadas, a la búsqueda del lugar ideal para asentarse.
Intentaron instalarse en varios sitios sin encontrar nunca uno que les
resultara realmente propicio. Hasta que dieron con el lugar actual del pueblo y
entonces dijeron: «Ahora podemos atar a los bueyes» porque el sitio les
convenía. Es decir “Nacombo”.
Ahora
la realidad. Nacombo se encuentra en una zona cuyo relieve es extremadamente accidentado. Resulta prácticamente
imposible andar por terrenos planos durante más de un kilómetro. El pueblo está
rodeado de acantilados. El clima, de tipo saheliano semidesértico, se
caracteriza por 3 estaciones: una estación de lluvia, con una intensidad muy
variable de un año para otro, de cerca de 3 meses, una estación fría de 2 meses
y una larga estación seca durante los 7 meses restantes del año. El pueblo está
sometido a la influencia de 2 vientos: el harmatán durante la estación seca, y
el monzón durante la estación de lluvia. La pluviometría media anual es de
alrededor de 450-500 mm .
La insuficiencia de la pluviometría y su irregular repartición en el espacio y
en el tiempo ralentiza la producción agrícola. La degradación del medioambiente
y sus efectos son perceptibles: desaparición de los grandes árboles, fracaso
repetitivo de campañas agrícolas. La población está formada esencialmente por
un 95% de dogones y una minoría de peulhs, pastores trashumantes. Se practica
la agricultura, la ganadería, la artesanía y el pequeño comercio.
Más
realidades: el número de niños en edad de escolarización es muy alto.
Desgraciadamente, el aula, por llamarlo de alguna manera, es un cobertizo, con
paredes de piedra y techo de paja de mijo. El aula complementaria, ni siquiera
tiene paredes, como se puede ver en este álbum de fotos. Los bancos
inexistentes, son simplemente trozos de roca, tallados desigualmente y
acarreados, directamente, de la calle. En otra de las aulas, muros bajos de
adobe desgastado. La pizarra, de las de antes, se apoya directamente en el
suelo. Que en estas condiciones, se use una llanta de vehículo, a modo de
campana para anunciar la entrada a clase, resulta una anécdota.
Durante
el año pasado, el alcalde de la localidad pidió a la Fundación Polaris World la
financiación para la construcción de tres aulas de clase para los más pequeños,
de 1º a 3º de primaria, así como tres letrinas para mantener unas mínimas
condiciones higiénicas y un despacho para el director que, realmente, sirve de
almacén para material: libros, cuadernos, tizas.
Tras
estudiar con detenimiento el proyecto, la Fundación Polaris World acordó, el
pasado octubre, financiarlo con 38.674 euros, entre otros motivos para que
sirviera no sólo para los alumnos de Nacombo, sino también para otras aldeas
limítrofes, con el objetivo esencial de mejorar las condiciones en las que se
imparte la enseñanza, pues las tres aulas existentes en la actualidad tienen
los techos de paja. Para una mejor ejecución de los fondos, la Fundación, y así
se hizo, pidió el establecimiento del Comité de Gestión escolar, conformado por
autoridades administrativas y padres.
Como
se puede ver por las imágenes, el proyecto, que se espera esté finalizado antes
de la época de las lluvias, en junio, avanza a buen ritmo. Hace unas semanas,
el responsable del proyecto de Nacombo solicitó sacrificar el despacho del director
por la construcción de bancos de madera, a fin de que los niños pudieran
recibir las clases sentados más cómodamente. El Patronato, en su última reunión
de febrero prefirió añadir 3.000 euros más para la construcción de los bancos
escolares, sin que sea necesario cancelar la construcción del espacio destinado
a despacho-almacén del director.El coste total del proyecto es de 40.000 euros, de los cuales, la Fundación Polaris financiará 38.274 euros.
Mientras
se termina la construcción de las tres aulas, la llanta sigue haciéndose sonar
a la hora de inicio de las clases. Seguro que dentro de unos cuantos lustros,
cuando alguno de los alumnos que reciban la formación en condiciones adecuadas,
seguirá recordando el sonido inconfundible de la llanta, golpeada con un trozo
de metal por el maestro, para llamarle al aula. Ahora sí, un aula con techos,
paredes y bancos dignos de tal nombre.
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