domingo, 1 de diciembre de 2013

UN AÑO DESPUÉS, LA JUVENTUD DE BANDIAGARA DISPONE DE UNA SALA DE INFORMÁTICA INTEGRAL Y SOLIDARIA

En noviembre de 2012 nos hacíamos eco del proyecto para ampliar la Sala de Informática en Bandiagara (noreste de Mali). En realidad se trataba no sólo de ampliar el equipamiento (impresora, escáner), ya que existían  como una decena de ordenadores, cuyas condiciones de mantenimiento no eran las más adecuadas, pese al empeño que habían puesto en hacerlo Pascual Kapilimba Imani, el párroco, y Jacques Guindo, el responsable directo de la sala. Se trataba de rehacer todo el proyecto impulsado hace unos años desde la propia parroquia y que había contado con el apoyo inicial de una ONG francesa.

Desde un primer momento, la Fundación Polaris World –que en este caso se ha limitado a asumir los costos de logística y de interlocución con los destinatarios finales- conto con el entusiasta y experto apoyo de la ONG sevillana Red Integral Solidaria, siendo el objetivo final dotar a la sala informática de una quincena de ordenadores, además de otros accesorios, incluido un proyector para facilitar la enseñanza conjunta de los alumnos. Red Integral Solidaria, integrada entre otros por un grupo de profesionales de la informática, se encargó de conseguir el equipamiento, no sólo los ordenadores y resto de material, sino –y no menos importante- de configurar los sistemas operativos, en francés, antivirus y programas de uso libre. Un buen ejemplo de que a diferencia de lo que ocurre en ciertas ocasiones no se usa África como basurero de material de desecho occidental, informático y de otro tipo, antes bien, los equipos podrían haber sido perfectamente utilizables en España.

La Sala de Informática de Bandiagara fue construida hace un par de años con el objetivo de responder a la necesidad, cada vez más urgente y necesaria, de la juventud local, para  un aprendizaje elemental de los programas de ofimática, además de disponer de acceso a Internet. La demanda es masiva. Con los 10 ordenadores. Que mal que bien funcionaban, se impartían cursos, en dos grupos diferentes, para hasta 60 alumnos. A veces un ordenador era compartido por tres o cuatro jóvenes. Los nuevos ordenadores y el proyector servirán, sin duda, para facilitar la enseñanza y el aprendizaje.

La enseñanza no tiene ninguna limitación por cuestiones de religión, la mayoría de los alumnos son animistas o musulmanes, ni de etnia, en su mayoría son dogones, con una minoría “peulh” (pastores trashumantes que comienzan a llevar vida sedentaria en la comarca). A los cursos, aparte de los alumnos de la escuela privada de la parroquia, acuden los de las dos escuelas públicas de la ciudad, los del instituto de bachillerato y los adultos que manifiestan deseos por aprender informática. Existe un enorme interés entre los jóvenes para acceder al mundo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.

Para muchos de ellos, los conocimientos básicos en ofimática que se imparten en el centro pueden constituir una buena herramienta para acceder a un puesto de trabajo técnico en el caso, muy común, de que emigren a Bamako, la capital del país. La viabilidad del proyecto está garantizada por el gran número de jóvenes que quieren aprender. Como todo aprendizaje pide un esfuerzo, a los beneficiarios de la formación se les pedirá una pequeña cantidad de dinero con el propósito de asumir el mantenimiento del material informático y el salario de los formadores. La parroquia –cuya credibilidad en materia de gestión está más que probada- se encargara de la gestión.

Así pues, los más de treinta bultos que partieron de Sevilla en junio, salieron del puerto de Cartagena en julio, estuvieron parados por la aduana y su laberíntica burocracia en Bamako durante todo el verano, lo que propició que la idea de los responsables de Red Integral Solidaria, generosamente desplazados ellos mismos hasta Mali para finalizar la instalación, no fuera, desgraciadamente, posible. Finalmente, gracias a los desvelos de nuestro buen amigo Abel, que durante tres meses, cada jueves se encargaba de enviar un par de paquetes en el autobús de línea que cubre la ruta entre Bamako y Bandiagara (750 kilómetros), han encontrado por fin su destino y, más importante, sus destinatarios.


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